David Rubín, durante el pasado Salón del Cómic de Zaragoza. Foto: Salón del Cómic de Zaragoza

David Rubín es lo más parecido a una estrella del rock en el actual mercado del cómic español. Ante un micrófono, es vehemente y explosivo, a la vez que  sabe construir  un discurso muy bien hilado, quizás por aquello de que su padre es periodista y ha tenido el maestro en casa. Tras firmar las dos partes de ‘El héroe‘ en solitario y ‘Beowulf‘ junto a Santiago García -«es mi trilogía de la testosterona», dice entre risas-, ahora dibuja a una heroína adolescente en ‘El momento de Aurora West‘ (DeBolsillo).

Este personaje, nacido en las páginas del ‘Battling Boy‘ de Paul Pope, revive el mito del superhéroe juvenil y lo conduce por los senderos trazados por el pulp clásico. Aurora West es la hija de Haggard West, el héroe «oficial» de Arcópolis, una ciudad que vive bajo el terror de los monstruos. Aunque actúa a la sombra de su padre, pronto la chica tomará la iniciativa y comenzará una investigación para averiguar quién mató a su madre… Una aventura que seguirá en la segunda parte del cómic, en la que Rubín ya está trabajando, de nuevo con los guiones del propio Paul Pope y de JT Petty.

Pero los héroes no solo habitan en la ficción. A Rubín se le ilumina el rostro al ser preguntado por ‘Viñetas de Vida’ (Astiberri), el álbum colectivo en el que varios autores nacionales dan cuenta del trabajo que lleva a cabo Intermon Oxfam en Latinoamérica, África y Asia. Su visita a Burundi con motivo de este proyecto ocupa también buena parte de esta entrevista realizada durante el pasado Salón del Cómic de Zaragoza.

La pregunta de rigor. ¿Cómo es trabajar con Paul Pope?

Muy normal. No es nada especial, es un tío muy llano y tranquilo. Además hablamos el mismo idioma, en el sentido de que nos gustan las mismas cosas, tenemos las mismas referencias en música, cine, tebeos… Eso hace que sea muy fácil currar con él. A veces cuando tengo una duda le digo: «¿Esto cómo lo quieres, más rollo Ditko o Kirby?», y con eso no hay que explicarle nada más. Además deja libertad absoluta, no se mete para nada en tu trabajo. Con ‘El momento de Aurora West’ tuvimos un primer acercamiento de una semana o semana y media de trabajo de preproducción, para acostumbrarme a dibujar los personajes…

Porque tú tomas unos personajes que ya estaban creados para ‘Battling Boy’.

Claro. La estética ya estaba creada. A mí me pasaron el ‘Battling Boy’ antes incluso de que saliera a la venta, en una versión que ni siquiera tenía la portada definitiva, para que me sirviera de guía para ver cómo eran los trajes, la casa, etc. Me centré en eso, y luego puse de mi mano nuevos monstruos y demás, para lo que tuve libertad total. De hecho, el tono de ‘Battling Boy’ es totalmente diferente al de ‘Aurora West’, ya que el primero es básicamente aventura, mientra que el segundo tiene más intriga. Gracias a eso tuve bastante manga ancha. Por ejemplo, aunque Arcópolis es la misma en los dos tebeos, la mía es más oscura e expresionista. No tuve ningún tipo de problema en este sentido; al contrario, cada innovación o propuesta nueva que no estaba en el guión tenía su aprobación.

Si algo caracteriza a ‘Battling Boy’ es que presenta un universo con mucho potencial ya desde su primer tomo, algo que abre la puerta a que se sea ampliado por otros autores.

No sé por dónde irá el futuro. En principio solo tengo contrato para los dos tomos de Aurora West, pero este es un universo en expansión que puede ir a más tras los dos tomos de ‘Battling Boy’ y los dos míos, no sé si con Paul Pope o con otro dibujante. Es un poco lo que pasaba con ‘El héroe‘. Gracias a esa obra conseguí este curro, porque Paul lo leyó, le moló y vio que yo estaba en sintonía con su proyecto. Sigue un poco esa línea de crear un universo que tiene un montón de elementos preestablecidos, conocidos por los lectores de superhéroes de toda la vida, que ya das por asumidas y hacen que te sientas confortable, que tengas la sensación de leer un tebeo de superhéroes de los que leías de chaval. Es algo que actualmente no encuentro en la mayoría de tebeos de Marvel o DC, ese estar leyendo algo más grande que la vida misma. Es lo que yo intenté con ‘El héroe’, y creo que gracias a que supe transmitir esa sensación, Paul se decantó por mí para hacer este trabajo.

Tras leer ‘Battling Boy’ y ‘El momento de Aurora West’, uno se queda con la sensación de que el personaje más interesante de este universo es la secundaria, Aurora. Paul Pope ha puesto en tus manos un diamante en bruto.

No podría estar más agradecido. De hecho, cuando leí ‘Battling Boy’ lo que más me moló fue el personaje de Aurora, vi que ahí había mucha tela que cortar. Y cuando justo después me puse a leer el guión del primer tomo de Aurora West, aluciné, porque todo lo que había imaginado que podía hacerse con ese personaje se hacía realidad. Y en el segundo tomo esto se amplía aún más, pero no solo respecto al personaje de Aurora, sino también de detalles que aparecen en ‘Battling Boy’ y que tendrán su respuesta aquí. Es una alegría que Paul haya confiado en mí para un trabajo y una responsabilidad tan grandes como ‘sujetar’ a Aurora y a Haggard West, que es otro gran personaje. De hecho, siempre le estaré agradecido porque Paul me dejara ser quien diera rostro a Haggard West, porque pensaba que era algo que me vendría dado. Lo único que me dijo fue: «Me lo imagino como un cruce entre Robert Mitchum, John Wayne y Johnny Cash». «¡Perfecto, son tres de mis ídolos», respondí (risas).

Venías de dibujar ‘machotes’ en ‘El héroe’ o ‘Beowulf’, y de repente cae en tus manos Aurora, una chica adolescente.

Para mí fue una alegría enorme. Después después de las dos partes de ‘El héroe’ y ‘Beowulf’, que son casi una ‘trilogía de la testosterona’ (risas), verme con este cambio de registro fue un regalo. Pude cambiar el chip y hacer otro tipo de personaje. Lo que más me gustó de Aurora fue el enfoque que le dimos desde el principio. Paul me dejó claro que Aurora no tenía que ser ni una ‘femme fatale’ ni una superheroína en plan Wonder Woman, tenia que ser una chica de 16 años en lo físico, en lo mental, en su forma de actuar y moverse… Creo que ahí dimos en el clavo, en tratar de retratar a una chica adolescente con lo bueno y con lo malo que eso trae. ‘El momento de Aurora West’ está pensado para que guste a todo el mundo, pero el público objetivo son las chicas adolescentes. Se trata de intentar recuperar a las chicas, que están muy olvidadas en los tebeos en general, y en los de superhéroes no veas. En Marvel ahora tienen a la Capitana Marvel y para de contar, y el resto es producción para tíos cuarentones. Este objetivo está también detrás del formato por el que se optó, un tomo de estilo manga en blanco y negro. Hay muchas adolescentes que leen manga, pero no se interesan por otros tipos de cómic, y este es un modo de conseguir crear un producto que les resulte familiar por su formato, y que si entran en la historia les abrirá a las influencias que tenemos Paul y yo, tanto del francobelga, como del manga como del cómic de superhéroes clásico. Esto puede servir como puente hacia otros estilos y otro tipo de cómic.

Es tu primer trabajo directo para el mercado estadounidense, pero tiene un formato cercano al manga. ¿Has adaptado tu forma de trabajar y tus referencias teniendo en cuenta estas claves?

Ya en ‘El héroe’ había mucho de manga, es algo que siempre me ha gustado. Mi estilo tiene tres vértices: el francobelga, el manga y el cómic americano de superhéroes. Al menos conscientemente, no me he adaptado para este trabajo, porque este proyecto tiene un rollo con el que yo me siento ya familiarizado y cómodo. Es como si este trabajo fuera un tebeo propio, no un encargo para una editorial. También me ayudó mucho que cuando empecé a trabajar en Aurora West todavía no había salido publicado ‘Battling Boy’. Cuando llegó a las tiendas yo ya llevaba dibujadas 20 páginas de ‘El momento de Aurora West’, así que cuando empezó a acaparar miradas, tuvo éxito y cosechó un premio Eisner, ya no me dio ningún vértigo ni me abrumó la responsabilidad, porque ya estaba metido de lleno en el proyecto. Solo me quedaba tirar hacia adelante.

Habías tenido oportunidad de trabajar antes para el mercado estadounidense, pero da la impresión de que has esperado a entrar cuándo y cómo tú has querido.

Años atrás tuve ofertas y las rechacé de buen rollo, no en plan sobrado. Simplemente, me pilló haciendo ‘El héroe’ y suponía dejarlo de lado y esperar tres años para sacar el volumen dos. Me había comprometido a hacerlo, así que antepuse ese compromiso a poder hacer cosas que daban más dinero. Visto lo visto, no me arrepiento. Creo que para mi carrera ha sido mejor entrar en el mercado estadounidense de la mano de alguien tan reputado como Paul Pope, y al mismo tiempo, en un proyecto en el que como autor te da una viabilidad que no te darían en Marvel o DC de entrada. Me encuentro más suelto y creo que he conseguido más visibilidad que si me hubiera dedicado a hacer ‘fill-ins’ de Iron Man. En este sentido, merece la pena. Y lo que más me alegra es el hecho de que tenía dos contratos firmados con Dark Horse e Image para sacar en 2015 ‘Beowulf’ y ‘El héroe’ en Estados Unidos, y que haya salido antes ‘El momento de Aurora West’ y que esté funcionando bien hace que esas obras de autor, material 100% español importado, se reciban de otra manera, ya no me vean como un desconocido.

Si te dieran libertad creativa… ¿Te gustaría algún día dibujar un superhéroe como Superman o Batman?

Si fuera con esa condición, sí. Pero para llegar a eso antes hay que hacer más cosas… Hay que poner el ‘cucu’ antes. Pero tampoco pierdo el sueño por ello. Me gustan los superhéroes desde niño, pero mi sueño nunca ha sido dibujar para Marvel o DC, mi objetivo ha sido ganarme la vida dibujando y haciendo tebeos. Para mí eso es trabajar en primera fila: hacer lo tebeos que te da la real gana y en los que crees, y conseguir pagar tu alquiler y llenar la nevera. Todo lo que venga además de eso será bienvenido, pero tampoco lo busco.

Acaba de salir publicado ‘Viñetas de vida’, un tebeo colectivo en el que se reivindica la cooperación internacional que lleva a cabo Intermon Oxfam.

Creo que ha sido el proyecto más emocionante en el que me he embarcado, y seguro que cualquiera de los otros nueve autores que han participado te dicen lo mismo. Cuando recibimos la llamada de Intermon fue una gran alegría. Por un lado, por la oportunidad que supone trabajar en un proyecto así. Por otro lado, por lo que significa para este medio la visibilidad que le va a dar que una oenegé con el calado internacional de Intermon apueste de forma convencida por el cómic. Desde Intermon me han dicho que esta es la campaña que mejor ha funcionado hasta la fecha, quizá porque el cómic es un vehículo de transmisión que conecta más con la gente que una gráfica o una estadística sobre la pobreza.

Fue un gran acierto que nos llevaran a los países, poder estar dos semanas conviviendo con esa gente, en sus casas y poblados, metiéndote en sus terrenos, recorriendo los mismos caminos… Estar con esa gente tan silenciada que no sale en la tele ni son ‘trending topic’ empapa las historias que todos hemos hecho. La emoción y autenticidad que nosotros vivimos junto a ellos y luego hemos transmitido al cómic llegan al lector. Cualquier persona que lea ‘Viñetas de vida’ se va a dar cuenta de una realidad que, por muy escondida que esté, no deja de existir. La gente muere a diario, hay mucha injusticia en el mundo, y se está obviando. Yo estuve en Burundi, y todas las acciones que se desarrollan ahí para ayudar a la gente son, flipa, gracias al Gobierno Vasco, porque el Gobierno de España pone cero euros. La gente allí lo está pasando fatal, pero como no sale en la tele, no pasa nada. Otra cosa importante de este tebeo es que todo lo recaudado va a esas acciones que está llevando a cabo Intermon.

En ‘Viñetas de vida’ se nota que hay realidad tras cada página.

Eso determinó el enfoque de mi historia, que es una carta a mi hija, a la que cuando fui a Burundi le faltaban dos meses para nacer. En los poblados de Burundi estuve en contacto con muchos niños, y no podía dejar de trazar un paralelismo con mi hija, al imaginar el futuro que va a poder tener mi hija y el futuro casi imposible que tienen esos niños llenos de vida. Me impacto mucho pensar eso, y de hecho, al hablar con la gente de allá, indagando sobre cómo llegaron a esa situación, vi que llegaron justamente por las cosas que se están viendo aquí: la Ley Mordaza, los recortes en sanidad, cultura y educación… Y a esto le añades la guerra. Ves que hay una corruptela tan arraigada en el Gobierno que es imposible salir. En España estoy viendo lo que allí me contaban que inició todo. Veo esto como hilera de fichas de dominó, en la que los países están alineados. Burundi es algo tan lejano que tienes que buscar en Internet dónde está, pero te das cuenta de que si Burundi cae, o Nicaragua cae, empiezan a caer una ficha tras otra. Nosotros pensamos que no caeremos nunca, que estamos muy lejos de esa ficha, pero tarde o temprano nuestra ficha también acabará por caer. Y lo hará porque hemos dejado caer la ficha de Burundi.

Todo esto me ha hecho pensar mucho sobre la importancia que le damos a determinadas cosas en nuestra sociedad mientras olvidamos otras. Por ejemplo, mi historieta se llama ‘Los niños sin espejo’ porque aluciné al sacarles una foto a los niños y que, al enseñarles la pantalla de la cámara, no se reconocieran. No se habían visto nunca la cara; tienen tan poco que no tienen ni derecho a reflejo. Eso, en una sociedad como la nuestra tan tecnificada, donde hemos banalizado nuestra propia imagen, impacta muchísimo. Es muy puro, y a la vez muy triste, que un niño se reconozca en una foto porque su colega le dice quién es o porque identifica la camiseta que lleva puesta. Por eso con esta historieta trato de concienciar a la gente para que, con su ayuda, esos niños que ahora ven su cara con sorpresa la puedan ver con orgullo y puedan tener el futuro que mi hija va a poder tener por el simple hecho de haber nacido aquí.

Eres un autor que se implica mucho en la promoción de sus obras. ¿Además de dibujar los tebeos hay que ‘venderlos’?

Es que es así. Esto es como tener un hijo: no vale con tenerlo y ya está, luego hay que enseñarle a caminar, educarlo,.. Si dedicas meses de tu vida a hacer un cómic, no puedes entregarlo así sin más, tienes que defenderlo y conseguir que la gente se interese por él. No me cabe en la cabeza otro modo de entenderlo. La promoción es parte de mi trabajo, como lo es entintar o colorear. No queda otra, y veo que cada vez más autores empiezan a tomárselo así, no dejando el trabajo solo en manos de las editoriales. Es el autor quien tiene que promocionar su cómic, con la ayuda y apoyo de la editorial, para llegar a cuantos más sitios y lectores mejor. Además, aunque es algo agotador, que quita tiempo para estar con la familia y los amigos, e incluso para dibujar, a mí me llena estar en contacto y charlar con los lectores. En una profesión tan solitaria como la nuestra, estas pequeñas salidas siempre se agradecen, porque ves que las ideas que trasmites a través del cómic llegan al público.